jueves, 13 de febrero de 2014

Documentales.

Grandes documentales.
Lo mejor de todo es que estos documentales, con un poco de suerte y paciencia, puede uno conseguirlos y verlos, todos. Son registros de vidas, en fragmentos de historias verdaderas; pero cualquier persona mientras se afeita, se peina, o se viste frente a un espejo empieza a actuar, pues es lo propio de la condición humana: que la mirada de los otros nos modifique; por eso hay siempre en los documentales el grado cero de la actuación y de ahí a más, dependiendo de la sensibilidad, la inteligencia y los dotes naturales de los protagonistas. En fin que todos deberíamos de darnos el tiempo para ver estos trozos de realidad y arte, a la par. La calidad y la importancia de este tipo de obras giran en torno al talento y el compromiso del director con su material. Por ejemplo el documental de nueve horas treinta minutos, de Claude Lanzmann SHOAH, no tiene música, no tiene pietaje, que yo recuerde, desfilan decenas de narradores, todos son testimonios y no hay música; por eso, por su puro nivel del habla y testimonial de los que sufrieron la amenaza del exterminio de los nacionalsocialistas, se vuelve más intenso, estremecedor, diabólico, y deja a uno sumido en grandes reflexiones sobre la conducta humana.
A cual más y así sea tomado al azar cualquiera de estos materiales resulta interesante, pues además de documento histórico es arte y testimonio de esos extraños, complejos y raros entes que son los seres humanos. Documentales los hay por miles, pululando por el ciberespacio y pueden hacerse listas de ellos por temas. Estos que aquí nos muestran una muestra y, un abanico de estilos.

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